¿Ya se decidió Peña?
Raymundo Riva Palacio
El jueves pasado hubo frenesí en varias oficinas de alto
nivel y redacciones de medios en la Ciudad de México. El lunes, anticipaban, se
darán los cambios en el gabinete. Algunos nombres comenzaron a emerger, hasta
que de un lugar que nadie tiene ubicado, circuló una lista de lo que anunciaría el
presidente Enrique Peña Nieto. Miguel Ángel Osorio Chong se mudaba de
Gobernación a Desarrollo Social, de donde salía Luis Enrique Miranda rumbo a
Siberia. A Bucareli llegaba el secretario de Educación, Aurelio Nuño, sin
identificar su reemplazo. Pero el de Agustín Carstens al frente del Banco de
México sería José Antonio Meade, quien entregaría Hacienda a José Antonio
González Anaya, quien a su vez dejaría la dirección de Pemex en manos de
Enrique Ochoa, cuya plaza como presidente del PRI sería ocupada por el senador
Emilio Gamboa. En la lista de marras desaparecía el procurador Raúl Cervantes,
cuyo despacho sería ocupado por el comisionado nacional de seguridad, Renato
Sales.
Vaya sacudida la que anticipaba la lista anónima. De un jalón, nueve posiciones
de gabinete ajustadas por el presidente, antes de su quinto y penúltimo Informe
de Gobierno. En vísperas de su Tercer Informe, Peña Nieto realizó 10 ajustes en
su equipo, pero sólo seis de ellos tocaban posiciones dentro del gabinete. Esta
lista rompe nervios cambiaba por completo la marcha de la sucesión
presidencial. Leído bajo el horizonte de 2018, se podría interpretar que Nuño,
como nuevo jefe de la política interna y de la Policía, quedaría desplazado de
la contienda, mientras que Osorio Chong, a quien cada semana le explota el
barril con dinamita en donde está sentado y le añade puntos negativos a sus
resultados en términos de seguridad y gobernabilidad, estaría enfilado a la
unión tricolor. Por lo mismo, Ochoa, cabeza de playa de Nuño en el PRI, sería
una pieza desechable, sustituida por Gamboa, confidente del presidente y
cercano a Osorio Chong.
El equipo más próximo al presidente hoy en día, el de los tecnócratas, pierde
la batalla, según la lista anónima. Adiós Meade a cualquier posibilidad de una
alianza para la elección presidencial, con lo que sería irrelevante la mesa de
estatutos en la próxima Asamblea Nacional del PRI, donde el tema controvertido
es la modificación del candado sobre su militancia, que le impide ser
abanderado de ese partido, pero ajustaría con sus más cercanos, como premio de
consolación, el gabinete económico. Sales, a quien no quiere nadie en
Gobernación, de quien depende, rompería ese ostracismo y falta de apoyo, y
pasaría a ser par de quien lo oprime, Osorio Chong, en el gabinete, mientras
que Cervantes, muy estimado en Los Pinos, pasaría a la reserva de desempleados
como su sobrino, el exconsejero jurídico de Presidencia, Humberto Castillejos.
Menudo ajuste haría el presidente. Además de Osorio Chong, quien, en la ruta
copiada a la unción de Luis Donaldo Colosio en 1993, lo haría el contendiente
más fuerte del peñismo para la candidatura, la lista deja a salvo, por omisión,
al secretario de Salud, José Narro. Parecería tan clara la decisión
presidencial de 2018 entre ellos dos, sin problemas de candados ni amenaza de
fracturas en el PRI, como con otros aspirantes, que sería irrelevante mantener
a Ochoa al frente del partido, a escasas tres semanas y media de su Asamblea
Nacional. ¿Por qué haría todos esos ajustes tan cerca de la Asamblea y de su
penúltimo Informe? La lista de marras no parece estar asida a la realidad, y
aunque en este gobierno no dejan de asombrar a sus gobernados por la enorme e
inagotable creatividad para hacer cosas extrañas y meterse cotidianamente en
problemas innecesarios, no tiene mucho sentido.
Cualquiera que se precie de conocer a Peña Nieto sabe perfectamente que las
decisiones de tipo electoral, que es el contexto con el que se darán todos los
ajustes en su equipo, no las consulta ni comenta con nadie. Alfredo del Mazo lo
experimentó hace seis años, cuando sólo un par de días antes de que se
decidiera la candidatura al gobierno del Estado de México, el gobernador Peña
Nieto le dijo que él no sería, como en la víspera se lo había comunicado a Luis
Videgaray. Meade se enteró que lo iba a nombrar secretario de Desarrollo Social
cuando se encontraba en su acuerdo de medianoche en Los Pinos como secretario
de Relaciones Exteriores. Su llegada a Hacienda le fue notificada casi a punto
de ser citado para ver al presidente, no para que le informaran, sino para
analizar el control de daños que tendrían que hacer como consecuencia del
relevo.
Se puede argumentar que esa lista no fue autorizada por el presidente, aunque
cumplió el propósito, deliberada o inopinadamente, de calentar las fuertemente
cargadas mentes sucesorias y ejercer presiones a definiciones prontas. Peña
Nieto ha demostrado que no se le acorrala de esa forma, y mantiene sus tiempos
electorales de manera firme. Hace unos días, por ejemplo, cuando el secretario
de Turismo, Enrique de la Madrid, le pidió autorización para incrementar su
exposición pública, pensando en la candidatura presidencial, recibió como única
recomendación que lo hiciera dentro de la disciplina impuesta al gabinete en este
tema y dentro de los tiempos establecidos por el PRI. Efectivamente, Peña Nieto
genera mucha certidumbre y es predecible. De esta manera, se puede decir que el
lunes podrán pasar muchas cosas, pero muy probablemente, ajustes en el gabinete
de esa magnitud al menos, no habrá.
Twitter: @rivapa