Salvador
Camarena
Si quieren
un libro para las vacaciones, regálense la antología de Inventario, de
José Emilio Pacheco. Vale mucho la pena el costo (Ed. Era, $1499.00) de los
tres tomos. Para muestra, unos párrafos del segundo volumen, donde JEP publica,
en junio de 1984 y tras el asesinato de Manuel Buendía, un recetario de
periodismo surgido de una conferencia del autor de Red Privada.
“Buendía habló del periodismo como una actividad en que el aprendizaje no
termina nunca. Un minuto antes de su muerte el verdadero periodista debiera
estar preocupado por tener tiempo para comunicar lo que acaba de saber y
aprender.
“Justo en el instante de proclamarnos dueños del saber y la perfección, se
inicia la decadencia. Como ya somos perfectos, descuidamos la lectura,
silenciamos la autocrítica y desdeñamos la crítica externa, si es que alguna
vez la admitimos sinceramente…
“Se dice que los médicos no se preocupan mucho de sus errores porque los
entierran. Pero los periodistas publicamos los nuestros. Aunque lo intentemos,
no es posible esconder nuestra ineficacia. Si hoy escribimos mal, o siquiera un
poco deficiente, mañana se publicará tal cual…
“Hay por supuesto unos periodistas mejores que otros (…) Pero sería más exacto
decir que hay periodistas que estudian y trabajan más que otros. La diferencia
no está, pues, en el vestir y en el andar. Lo que hace la diferencia es el
esfuerzo que se ponga en alcanzar estos dos objetivos: la posesión real del
idioma y el desarrollo de un estilo.
“(Característica de buen estilo) es la antisolemnidad. Son solemnes los
culteranos, los retóricos, los zafios y los impotentes. La solemnidad es un
refugio para quienes pretenden esconder su incapacidad ante el desafío
permanente del periodismo, que consiste en saber enfrentar las mayores
complejidades –descripción o razonamiento– con un lenguaje fresco, ágil,
sencillo, ameno y perfectamente capaz de crear belleza literaria.
“Una receta eficaz para no salir nunca de la mediocridad es leer poco: solo un
periódico al día, una revista a la semana, un libro cada tres meses. En cambio,
la lectura abundante suele dar resultados tan generosos que hasta remedia la
mala ortografía…
“Debe ser deleitosa pero también crítica la lectura. Nada que llegue a nuestras
manos ha de salir de ellas sin reflexión y análisis…
“La siguiente clave consiste en hacerse devotos cultivadores de la
conversación, un magnífico ejercicio que se refleja en el arte de escribir.
Nadie puede dar lo que no tiene; nadie será capaz de plasmar belleza literaria
en las páginas de un libro o de un periódico si no se nutre constantemente con
la abundancia verbal. La conversación, a diferencia de las charlas banales,
afina y disciplina el léxico y lo enriquece con los destellos de otros estilos.
El mejor conversador es siembre el que sabe escuchar.
“Hay una última receta: Manténgase redactando todo el día. Se puede redactar en
sueños o durante faenas del aseo personal. Cuando uno va prisionero en el taxi,
el autobús o el Metro se pueden hacer preciosos ejercicios de redacción. En la
pizarra de la imaginación se intentan descripciones de los objetos y personas
que nos rodean; la gimnasia mental no tiene límites.
“Buendía citó a James Thurber: Nunca sé con seguridad cuándo no estoy
escribiendo. A veces en una fiesta mi mujer se acerca y dice: ‘Thurber, para de
escribir, maldita sea’. Por lo general, me agarra a la mitad de un párrafo. O
bien, cuando está comiendo, mi hija levanta la vista de su plato y pregunta:
‘¿Papá está enfermo?’ Y mi mujer contesta: ‘No, está escribiendo algo’”.
Buen viernes.
Twitter: @SalCamarena