Por Bertha Sola/CONACYT
No dormir bien impide un adecuado crecimiento y desarrollo y
favorece enfermedades.
El uso de esta tecnología antes de dormir, altera el ciclo
del sueño.
La dificultad para conciliar o mantener el sueño es una de
las preocupaciones de salud más comunes en el mundo actual, principalmente por
las consecuencias directas en el rendimiento físico y emocional de quien lo
experimenta.
Las estimaciones de los especialistas abarcan porcentajes considerables:
entre 35 y 50 por ciento de los adultos presentan insomnio. Sin embargo, el
problema es cada vez más presente en niños. Hasta 40 por ciento de la población
pediátrica ha reportado casos de insomnio, informó en 2016 Current
Sleep Medicine Reports, revista que analiza los artículos de investigación
más importantes publicados recientemente en el campo de la medicina del
sueño.
A diferencia de los adultos, quienes presentan insomnio asociado a
trastornos de ansiedad y depresión, o por alguna causa médica (enfermedades
respiratorias, asma o EPOC, por ejemplo), en niños el fenómeno tiene,
principalmente, una causa conductual más que fisiológica.
De acuerdo con Débora Yoaly Arana Lechuga, investigadora de la Clínica de
Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el
insomnio infantil es un tema que aún no se ha descrito en México pero la
experiencia clínica confirma un aumento en el número de casos en la última
década. “Actualmente ha incrementado de manera muy sorprendente”, dice.
La raíz de este incremento tiene características conductuales y de malos
hábitos. A decir de Yoaly Arana Lechuga, especialista en medicina del sueño, la
principal causa del insomnio infantil es la ausencia de una adecuada rutina de
sueño.
Realizar actividades estimulantes, consumir sustancias bioquímicamente
activas como el café, té verde, chocolate con leche, ver televisión, utilizar
dispositivos electrónicos como celulares, tabletas o videojuegos antes de
dormir, son prácticas inadecuadas que podrían estar condicionando el aumento
del insomnio infantil.
El uso excesivo de videojuegos y dispositivos móviles es un caso que cobra
especial énfasis en los especialistas en medicina del sueño, y es que a nivel
científico se ha demostrado que el uso de esta tecnología antes de dormir,
altera el ciclo del sueño.
Lo anterior sucede porque la estimulación luminosa pone en marcha el estado
de vigilia. “Si el niño mira televisión una hora antes de irse a dormir, el
cerebro es estimulado por una luz artificial que sincroniza sus ritmos
biológicos. Mientras los niños pasan más tiempo en estos equipos su tiempo de
sueño disminuye. Uno de los principales problemas por los que ha aumentado el
insomnio infantil es este”, asegura Yoaly Arana Lechuga.
Las consecuencias
Una de las muchas funciones que tiene el sueño es restaurar el sistema
neurológico y reforzar el sistema inmunológico. Por otro lado, el pequeño que
no duerme bien, a diferencia del adulto somnoliento, está hiperactivo, puede
tener ansiedad y dificultad para socializar. Su comportamiento también podría
confundirse con síntomas similares al trastorno de déficit de atención e
hiperactividad (TDAH).
“Lo primero que pensamos es un trastorno de déficit de atención con
hiperactividad, ahora es tan frecuente, lo escuchamos en todos lados. Los
especialistas creemos que está sobre diagnosticado; se cree que cualquier niño
que no puede poner atención y es muy activo tiene TDAH. En el peor de los
escenarios comenzamos con un tratamiento farmacológico para controlar sus
síntomas, sin darnos cuenta que el origen de toda está situación tiene que ver
con una falta de sueño”, revela la doctora en ciencias biológicas y de la
salud, Yoaly Arana Lechuga.
Las consecuencias no solo incluyen la interrupción de la salud física y
psicológica, sino en la calidad de vida del niño que transitan a la adolescencia.
“Hay estudios que muestran que los niños que duermen poco durante la
infancia en la adolescencia y vida adulta tendrán mayores índices de depresión
en comparación con aquellos que durmieron el tiempo adecuado, también se ha
demostrado que aumentan las conductas de riesgo y el consumo de sustancias
adictivas”.
Niños mexicanos, los que menos duermen
Actualmente, dice la especialista, el tiempo total de sueño en los niños de
diferentes partes del mundo ha disminuido en los últimos años. En México la
Clínica de Trastornos del Sueño de la Universidad Autónoma Metropolita (UAM) ha
comenzado a estudiar el fenómeno; una investigación reciente reveló que los
niños mexicanos duermen menos de dos horas del tiempo requerido.
Mientras que la Academia Americana de Sueño refiere 11 horas de sueño para
niños entre seis a 13 años, los infantes que participaron en la investigación
duermen, en promedio, ocho horas al día. En comparación con sus coetáneos de
Australia, China, Estados Unidos, Suiza, Japón, los mexicanos tiene menos horas
de sueño.
“La investigación mostró que los niños mexicanos están restringidos entre dos
y tres horas cada noche, esto quiere decir que duermen menos de lo que
deberían. Esto va a repercutir de manera dramática, porque serán niños con
problemas en su comportamiento”, explica.
Sobrepeso, obesidad y diabetes
El estudio realizado por investigadores de la Clínica de Trastornos del
Sueño de la UAM también observó que mientras los niños dormían menos, su índice
de masa corporal era mayor, información que podría explicar parte del fenómeno
de la obesidad infantil en México.
“México es el país número uno en obesidad infantil y pese a todas las
campañas y esfuerzos que se han realizado no ha disminuido la incidencia, cada
vez hay más niños con sobrepeso. Todas las campañas contra la obesidad incluyen
hacer ejercicio, mejorar la alimentación, pero no toman en cuenta el tema del
sueño. No estamos prestando atención en cómo están durmiendo nuestros niños
mexicanos con sobrepeso y obesidad”, comenta.
En los últimos años la falta de sueño y su asociación con el sobrepeso e
incluso diabetes ha sido estudiada en poblaciones de diferentes partes del
mundo. De hecho, un estudio reciente publicado en la Revista Pedriatic examinó
las asociaciones entre la duración del sueño y los marcadores de riesgo de
diabetes tipo 2 en niños de nueve y 10 años; la investigación concluyó que
mientras menos horas de sueño tuvieran los participantes, la probabilidad de
mayor resistencia a insulina y glucosa era alta.
Recomendaciones
Establecer una rutina a la hora de acostarse es una práctica común
recomendada por los especialistas, que incluye mantener un horario de sueño
constante.
“Es necesario que tengamos una rutina de sueño antes de ir a dormir. Lo
importante es que se realice siempre, cada noche, en el mismo orden, por
ejemplo: cenar, lavarse los dientes, ponerse la pijama. Como último paso debe
incluirse en esta rutina una actividad relajante que no debe durar más de cinco
minutos. Esto es una condicionante que prepara al niño para dormir”, explica.
Otra de las recomendaciones es ayudar a los niños a conciliar el sueño de
forma independiente. De acuerdo con Yoaly Arana Lechuga la presencia de los
padres en la cama o habitación, o el amamantar para conciliar el sueño pueden
provocar insomnio conductual en el niño.
“Es importante que el niño tenga la capacidad de iniciar el sueño él solo,
porque los despertares nocturnos son normales, todos los niños y los adultos
nos despertamos por la noche varias veces, pero estos despertares son muy
cortitos y quizá ni los recordamos y tenemos la capacidad para volver a dormir.
Cuando los papás se quedan acostados en la cama de la habitación del niño y se
retiran cuando este ya se durmió, es una conducta que no ayuda a su hijo a
iniciar el sueño por sí mismo. Si se despierta en la noche necesitará eso que
asocia con el sueño, en este ejemplo se trata de la presencia del papá o la
mamá”, y que da como resultado un sueño interrumpido.
Como una manera de corregir esta conducta, Yoaly Arana Lechuga recomienda a
los padres permanecer sentados en la cama, o en una silla cercana a esta, de
esta manera retiran su presencia de forma gradual que no genera ansiedad en el
niño.