jueves, 26 de abril de 2018

José Ramón Martell, padrino de los “amigos de Pepe Meade en BCS”, con un pie en M0RENA




Los hombres de Meade.


Alberto Aguirre/El Economista

Apenas iba a cumplir 20 años cuando José Ramón Martel López tuvo su primer cargo partidista como secretario de Acción Política del MNJR. Justo comenzaba el sexenio lopezportillista, la organización juvenil del partido en el gobierno había visto pasar a Fidel Herrera y Roberto Madrazo.
Martel había dejado su natal San Luis Potosí para estudiar en la UNAM, en la Ciudad de México. Luego de tres décadas ininterrumpidas de trabajo en la administración pública y la vida partidista, en diciembre del 2012 fue propuesto por el presidente Enrique Peña Nieto como secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Su designación tenía que ser ratificada por el Senado de la República, pero antes del trámite legislativo, Isabel Miranda de Wallace, de la organización Alto al Secuestro, advirtió al entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que Martel no era elegible, porque no estaba titulado.
Con los estudios concluidos, el dos veces diputado federal —la última vez, en la LXI Legislatura donde compartió curul con Luis Videgaray, Francisco Rojas, César Augusto Santiago y Alfonso Navarrete Prida, entre otros— efectivamente, carecía de cédula. Cuando su futuro jefe le inquirió sobre el particular, reconoció la omisión y pidió un mes para cumplir con los trámites ante la Dirección General de Profesiones. No le dieron ni 15 días.
Agraviado, se alejó del peñismo casi tres años, hasta que su paisano José Antonio Meade lo llamó para incorporarlo como asesor en la Secretaría de Desarrollo Social. Él, Augusto Gómez Villanueva y Heriberto Galindo Quiñones formaban parte del “consejo de notables” que aconsejaban al economista, mientras el grupo compacto encabezado por Vanessa Rubio y Virgilio Andrade comenzaba a trabajar en el proyecto político que cristalizó hace seis meses con la nominación presidencial.
Martel y Galindo, con la operación política de José Encarnación Alfaro y José Murat Casab —entre otros viejos militantes del MNJR— lograron romper los candados que prohibían la postulación de un político sin carrera partidista o cargos de elección popular. Y al arranque de la campaña, ambos fueron ratificados como asesores del candidato.
Así estuvieron hasta hace un mes, cuando la silla de Martel quedó vacía en los war room que diariamente sesionan en la casa de campaña. El político potosino había levantado la mano para encabezar el PRI, como sustituto de Enrique Ochoa Reza, y también reclamaba una posición en la lista nacional de senadores por el tricolor.
Ambas propuestas llegaron a Los Pinos, donde le cerraron la puerta porque había otras prioridades (entre ellas, garantizar un espacio a la exembajadora de México en Brasil, Beatriz Paredes, a pesar de sus vinculaciones con el caso Odebrecht) y, principalmente, porque decidieron que Ochoa Reza y Aurelio Nuño quedarán en sus posiciones.
Eso fue hace un mes. El rumbo de la campaña podría obligar a cambios en la dirigencia partidista y en la coordinación de campaña, pero Martel —eso es seguro— no volverá al entorno meadeadista.
Ayer por la mañana, sin recato ni vergüenza, se dejó ver en un desayunadero de Polanco con Julio Scherer Ibarra y Alfonso Durazo Montaño.