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lunes, 15 de diciembre de 2025

Ley de Aguas garantiza el futuro hídrico


La Senadora por  Baja California Sur del Grupo Parlamentario de MORENA, Lic. Jesús Lucía Trasviña Waldenrath, hace un análisis de la Ley de Aguas, publicado en el Diario El Sol de México; que a continuación reproducimos con la autorización de la parlamentaria sudcaliforniana por la importancioa que reviste para el pueblo mexicano.

En México, hablar del agua ya no es asunto técnico ni tema accesorio: es hablar de soberanía, de justicia y del porvenir de nuestras familias. Durante décadas, el manejo del agua se deformó entre distorsiones legales, mercados paralelos y una profunda desigualdad territorial. 

Miles de comunidades quedaron al margen de la toma de decisiones, los productores pequeños fueron empujados a la incertidumbre y los hogares vulnerables estuvieron a merced de cortes discrecionales. Ese modelo llegó a su límite. Nuestro país necesitaba un cambio estructural, serio y responsable.

Ese cambio hoy es una realidad.

La nueva Ley General de Aguas y las reformas a la Ley de Aguas Nacionales representan un punto de inflexión histórico. No es una simple actualización normativa: es la reconfiguración completa del modelo hídrico mexicano para que el agua vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: un bien público, un derecho humano y un motor para el desarrollo nacional, no una mercancía sujeta a especulación. Esta visión está expresamente sostenida en esta Reforma que muestran claramente los objetivos de eliminar el viejo modelo de mercado de 1992, para garantizar el derecho humano al agua.

La reforma establece, por primera vez, una protección social sin precedentes: los organismos operadores ya no podrán suspender totalmente el servicio por falta de pago. Se obliga a garantizar un suministro mínimo indispensable para la vida y la salud. Es un blindaje social que coloca la dignidad de las familias mexicanas en el centro de la política hídrica.

Además, la ley corrige una deuda histórica con más de 70 mil sistemas comunitarios que, pese a sostener el acceso al agua en miles de localidades rurales e indígenas, habían vivido en la informalidad jurídica. Hoy, la ley les otorga personalidad jurídica, patrimonio propio y reconocimiento pleno para gestionar el agua bajo sus propios sistemas normativos. Esto no sólo brinda certeza; devuelve poder y autonomía a quienes durante generaciones han cuidado el recurso de manera responsable.

El rediseño institucional también fortalece la transparencia y el acceso a la información. El antiguo registro se convierte en el Registro Público Nacional del Agua, mandato expresamente establecido, garantizando la publicidad, trazabilidad y el escrutinio ciudadano sobre todas las concesiones y actos inscritos.

Este elemento es estratégico: la opacidad ya no tiene espacio en la administración del recurso más importante del país.

Para el sector productivo, campo e industria, la reforma ofrece certezas que antes no existían. La reforma elimina el “mercado negro” del agua y crea un sistema de reasignación expedita, con un plazo máximo de 20 días para emitir nuevos títulos en casos de herencia, compraventa o reestructuración corporativa. El mensaje es claro: nadie perderá su patrimonio y nadie podrá especular con un recurso que pertenece a la Nación.

También se incorpora la figura del uso agropecuario familiar, que reconoce la economía de subsistencia como una categoría específica que merece protección diferenciada. Es una medida de justicia para quienes producen desde el territorio y por el territorio. Además, cuando convivan actividades agrícolas y pecuarias, no se considerará cambio de uso, eliminando trámites innecesarios que históricamente frenaron la productividad.

La creación del Fondo de Reserva de Aguas Nacionales, integrado por volúmenes recuperados o devueltos al Estado, garantiza que nunca más habrá sobre concesionamiento. Estos volúmenes se reasignarán con prioridad al consumo humano, la seguridad alimentaria y el desarrollo nacional.

Es una herramienta estratégica para blindar el agua del futuro y evitar que la corrupción o el desorden administrativo vuelvan a poner en riesgo la disponibilidad nacional.

Este nuevo marco jurídico no es una ocurrencia ni un salto al vacío. Es producto de diálogo profundo, rigor técnico y un compromiso irrenunciable con el bienestar del pueblo. No se criminaliza al productor, se combate a las mafias del agua; No se limita la participación social, se fortalece; No se vulnera el patrimonio rural, se protege y se incentiva su crecimiento.

La nueva Ley de Aguas es, en síntesis, un paso decisivo hacia un México más justo. El agua es vida, y esta reforma, con visión de Estado, asegura que la vida de nuestra Nación tenga futuro.

La lucha por el bienestar social continúa; la construcción también. Lo que ya no está en duda es el rumbo: el agua es para el pueblo, y el pueblo la defenderá con la ley en la mano.

Senadora de Morena por Baja California Sur.

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