Por Isaac Torres Cruz
Su observación generará conocimiento para prepararse contra
los que colisionarían contra el planeta. Florence “rozará” el viernes nuestro
mundo, pero no representa peligro alguno, señalan los especialistas.
Recreación artística del Cinturón de asteroides, de donde
proviene la mayoría de estas rocas.
ara Florence Nightingale, dios había creado la “enfermedad de las miasmas”
para que el hombre conociera las causas de su padecimiento a través de la
observación y prevenir así su reaparición mediante la organización del entorno.
Creía, por consiguiente, que las enfermeras, al encargarse de la higiene,
tenían una oportunidad única para progresar espiritualmente, para descubrir la
naturaleza de dios mediante el aprendizaje de sus “leyes de la salud”.
Florence se hizo célebre curando a enfermos y heridos durante la guerra de
Crimea, y más allá de sus creencias religiosas implementó reformas sanitarias,
organizacionales y humanitarias, que no sólo generó su respeto y cariño entre
los británicos, sino además trascendieron como el conocimiento de la enfermería
moderna.
La enfermera fue conocida popularmente por un retrato suyo que apareció en
los diarios de entonces, en éste se le veía portando una lámpara mientras
atendía a pacientes durante las noches. Por ello, se le conoció como “La mujer
de la lámpara”.
A principios de los ochenta, el asteroide 1981ET3 fue detectado por primera
vez, el cual fue renombrado posteriormente como “Florence” en honor a la
enfermera de origen italiano. No obstante, lo único que tienen en común es “su
‘acercamiento’ con el ser humano”.
Este viernes el asteroide Florence pasará “cerca” de la Tierra, a 18 veces
la distancia entre ésta y la Luna —alrededor de 7 millones de kilómetros—,
medición que astronómicamente es una bala que pasará rozando el planeta. Pero
no hay por qué preocuparse, puesto que no representa un riesgo.
Por otra parte, será una muy buena oportunidad para estudiar el objeto
celeste, del cual se desconoce su tamaño y forma, señala Karina Cervantes,
académica del Instituto de Geofísica de la UNAM; más aún si la roca no se
acercará de nuevo sino hasta el 2500. “Después de este acercamiento podremos
establecer su tamaño, que se estima entre cuatro y nueve kilómetros de
diámetro”. Para darnos una idea de su magnitud, ejemplifica, el asteroide que
acabó con los dinosaurios y dejó el cráter de Chixulub, en la península de
Yucatán, medía alrededor de 10 kilómetros. La categoría informal del asteroide
Florence es “asesino extinguidor de vida”. “Lejano” y peligroso, estaremos
fuera de su alcance, aunque no observacional, se podrá ver incluso con pequeños
telescopios en el cuadrante Piscis-Capricornio-Acuario, así como con telescopios
astronómicos terrestres e incluso radares.
Los estudios que se realicen a partir de los análisis obtenidos en los
próximos días también permitirán conocer su estructura, si se trata de un solo
cuerpo, de dos, o si es uno reconstituido a partir de los restos de otros más.
Este tipo de estudios se realizarán por la NASA con telescopios terrestres,
pero también se podrán llevar a cabo con radares: éstos envían una señal con
longitud de onda que permitirá medir su volumen, rotación, tamaño y forma,
explicó la investigadora de la UNAM.
APOCALIPSIS. En conferencia, Cervantes y otros especialistas de la UNAM
puntualizaron que estudiar este tipo de cuerpos celestes genera el conocimiento
necesario para prevenir cuando un meteorito o asteroide (¡sí!) se encuentre en
trayectoria de colisión con el planeta.
Cervantes refirió que existe un consenso entre la comunidad científica
sobre la respuesta, real, que se debería de llevar a cabo en caso de una
probable colisión. “Una es pintar el asteroide de un color reflectante y que
sea empujado por el viento solar”. Otra idea es poner en órbita una
nave-satélite que dé un empujón gravitatorio para sacar al asteroide de su trayectoria
de choque”. En ambos casos, apuntó, serían planes por formularse con muchos
años de antelación.
“Hasta ahora son ideas populares que han ganado terreno, pero
afortunadamente no se han tenido que planear porque no hemos estado en riesgo,
lo cual no significa que se mantendrá así”.
TAOS II. Florence, al igual que la mayoría de asteroides del vecindario
planetario, proviene del Cinturón de asteroides —entre las órbitas de Marte y
Júpiter—. Hasta ahora, se ha realizado un catálogo de los asteroides y cometas
más grandes que podrían amenazar la vida en la Tierra. No obstante, hay otros
objetos más pequeños, por debajo de 1 kilómetro, que muchas veces no son
identificados cuando se acercan o incluso ingresan a la atmósfera terrestre,
los cuales pueden causar daños importantes.
El ejemplo más significativo en años recientes fue el bólido de
Cheliábinsk, en Rusia, que explotó antes de tocar tierra y generó una onda
explosiva que hirió a decenas de personas, recordaron los investigadores de la
UNAM. “No sabemos con exactitud la cantidad de estos objetos en el espacio y
sólo los más grandes son fáciles de observar y prever”, señaló Marco Antonio
Muñoz Gutiérrez, estudiante de posdoctorado del Instituto de Astronomía de la
UNAM.
El académico refiere que para contrarrestar este escenario, hay proyectos
de investigación como el TAOS II, el cual lleva a cabo la UNAM con el Instituto
de Astrofísica de Taiwán y el Centro de Astrofísica de la Universidad de
Harvard. El proyecto Censo Automatizado de Ocultaciones por objetos
Transneptunianos medirá la distribución de tamaños de objetos pequeños, de
alrededor de 1 kilómetro, entre ellos pequeños cometas y asteroides. “Censos
grandes como los de TAOS II ayudarán a complementar este muestreo y así estar
preparados ante un objeto peligroso”. La construcción del complejo, en el
Observatorio Astronómico Nacional, en San Pedro Mártir, concluiría en verano de
2018.
Mientras tanto, este viernes la humanidad podrá decir hola y adiós al
“asteroide de la veladora”, quien no regresará en siglos, aunque para éste será
sólo un parpadeo astronómico. Pero no hay por qué estar tristes, ya vendrán
más.