Páginas Amigas del Diario La Talacha

martes, 2 de octubre de 2018

De ser, estar y andar



Juan J. Melgar S.
“No es lo mismo ser o estar lurias, que andar lurio”, dice el Parara a la tribu de pelafustanes reunidos esta tarde caliente en Los 7 Pilares, aguaje semiclandestino que sólo los iniciados (y sus amigos) ubican en esa isla que está a la diestra de las Indias y muy cerca de ya saben dónde.

Y se explica: ser o estar lurias define a aquel que está zafado y anda bembo; le falta un tornillo; no está muy completo; se le va el santo al cielo con demasiada frecuencia; anda en la luna; se le anda acabando el saldo; se quedó arribotota; se le circuitaron los chips; le falta un clavo a su cruz; se le pegaron los platinos; trae un corto en el tablero; está fuera de servicio; se le cayó el sistema; anda perdido, pues.
El que anda lurio, por el contrario, es un tipo (o tipa) feliz y se diría que cuerdo, pero se manifiesta sonriente, contentísimo, decidor y echaopalante, brincadorcito y sabrosón como chilito en comal; quiere relajo y atención hacia su persona; a todo mundo invita a que comparta su alegría de vivir; no halla sitio dónde estarse tranquilo; lo suyo es el jelengue jacarandoso. Se comporta el lurio como el chamaco pobre que estrenó zapatos: los limpia y reluja, los muestra, taconea y tira patadas a perros inexistentes; te mira fijamente y luego baja la vista hacia ese par de bellezas que anda estrenando para que le preguntes quién, dónde, cuándo, a santo de qué…
Si es político empoderado, recién electo por el voto popular o por el dedo de su dios, el lurio saluda, se atraviesa, sonríe satisfecho, espera la ovación que premie su presencia iluminada en el mercado, la calle, la cantina… Gracias, ciudadanos –dirá  para sí sin recato—no voy a defraudar su confianza, su voto, la esperanza. ¿No soy acaso uno de ustedes, camaradas? Soy el mismo de siempre y ni me envanezco ni me llena de caldo flaco el triunfo en las urnas (o el dedo del Señor).
Anda, el lurio, tropezando y cayéndose de felicidad porque al fin la Historia le hizo justicia, lo premió: al chamaco, con zapatos que brillan; al político con una curul, un sitio en la mesa del Décimosexto, una secretaría, una oficina con sillón ejecutivo y secretaria de buen ver… ¡Ahhhh…! No le pidan cordura, sensatez o sosiego; no le sugieran calma para la reflexión antes de declarar sobre esto o aquello; no señor. Aguántenle sus metidas de pata que nada les cuesta. Anda lurio, nomás. Ya se le pasará”, promete el gurú del infelizaje a ése su público atado, el que llega de vez en diario al aguaje más libertario de entre los que quedan en la isla. Ojalá.